EL TEATRO BARROCO


Teatro barroco from Col·legi Sant Gabriel Barcelona



 
En el XVII el teatro español estaba en pleno auge. Con la aparición del "Arte nuevo de hacer comedias" de Lope de Vega, las producciones teatrales experimentaron un gran cambio y se hicieron mucho más populares y cercanas al público. 




 
ESCENARIOS Y MODALIDADES DEL TEATRO BARROCO

Existía un teatro popular, destinado al público en general, que se representaba en los corrales de comedias pero también había un teatro cortesano, destinado al público selecto de la Corte, que se caracterizaba por un mayor lujo y fastuosidad. Una tercera modalidad era el teatro religioso, cuya tradición arranca de la Edad Media y alcanza un gran auge con los autos sacramentales, que se representaban el día del Corpus en escenarios móviles formados por tablados y carros, sobre los que se montaba una aparatosa escenografía.


 Antes de entrar de lleno a analizar las características del teatro barroco es importante que contextualicemos la época y el momento en el que nos encontramos. Tenemos que tener en cuenta que, durante el XVI, un literato como Lope de Vega fue el causante de revolucionar el género teatral publicando el "Arte nuevo de hacer comedias", una especie de manual en el que aconsejaba seguir y cultivar un nuevo camino para hacer obras de teatro. 
 
Esta publicación, que apareció a principios del XVII, influenció muchísimo a los autores del barroco. De hecho, fue en este siglo cuando el género teatral vivió su máximo esplendor y se convirtió en un gran espectáculo. 
En el barroco fue cuando se construyeron los primeros teatros nacionales en toda Europa y donde brillaron las obras de muchísimos autores como, por ejemplo, los españoles Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca o, fuera de nuestras fronteras, autores como Shakespeare, Molière o Corneille.
Durante el siglo XVII el teatro que comenzó su apogeo en el Siglo de Oro se perfeccionó y fue entonces cuando se empezaron a desarrollar elementos teatrales que le daban más prestigio a las producciones: desarrollo de la escenografía y el atrezzo, creación de piezas musicales para las obras, la inclusión de obras de arte pictóricas para reforzar la intensidad del espectáculo dramático, etcétera. Todo ello hizo que, poco a poco, aparecieran nuevos géneros teatrales como la zarzuela en España, la ópera o el ballet.

El arte nuevo de hacer comedias

Lope de Vega escribió en el año 1609 uno de los textos que revolucionaron el panorama teatral y literario del Siglo de Oro: "El arte nuevo de hacer comedias". En este texto de tan solo 380 versos, el autor indica el nuevo rumbo que, según su concepción poética, tiene que seguir el teatro español. Es así cómo establece un nuevo género literario que se aleja de la concepción más clásica y tradicional para apostar por situaciones más cercanas al pueblo y con un toque más popular. 


Las pautas que indica y recomienda seguir son las siguientes:

  • Número de actos: Divide la comedia en tres actos (unos tres mil versos) y los llama jornadas.(El teatro clásico tenía cinco actos).
  • Propone la mezcla de lo trágico y lo cómico. La comedia ha de representar la variedad, igual que la vida. Esto implica que en una misma obra pueden aparecer personajes nobles y plebeyos, reyes y campesinos... Se mezclan los estratos sociales, aunque se guarda el decoro en la forma de hablar, comportarse, vestirse... El gracioso (papel interpretado por el criado del galán) aparece incluso en las obras más trágicas o más graves.
  • El teatro clásico proponía el respeto de las tres unidades -acción, tiempo y lugar-. La obra debía tener una única acción y desarrollarse en un mismo lugar y durante una jornada. Lope acepta, aunque no la observe en sus comedias, la unidad de acción; sin embargo, por razones de verosimilitud, cree innecesario guardar las de tiempo y espacio.
  • Las obras teatrales se escriben en verso. El escritor utiliza diferentes tipos de estrofas según las situaciones. (polimetría)
  • El gusto: Lope admite que las reglas del teatro clásico están bien, pero cada época es distinta y los gustos del público varían. Así que hay que adaptarse a ellos, puesto que el público es el que paga. El fin de la comedia es provocar el disfrute del público.

Aparición de los espacios teatrales en el barroco

Pero comencemos ya con las características del teatro barroco para conocer mejor las innovaciones que se llevaron a cabo durante el XVII. Es importante que tengamos presente que, el inicio de la revolución teatral vino promovida por la labor de Lope de Vega. Con él se comenzó a innovar dentro del género teatral y se crearon las bases de lo que sería el teatro durante los siglos venideros.
La diferencia principal que encontramos en el barroco es que, mientras que en el XVI las obras se representaban en los Corrales de Comedias, durante el XVII se empezaron a construir los primeros edificios pensados para la exhibición y la difusión de los espectáculos teatrales. Que las obras se representaran en espacios fijos permitían que evolucionaran algunos aspectos básicos del género como, por ejemplo, la escenografía. Calderón de la Barca fue el autor de teatro barroco que más consiguió evolucionar en relación a la escenografía consiguiendo crear auténticos espectáculos que dejaban al público con la boca abierta.
Durante este siglo fue cuando el teatro continuó profesionalizándose, algo que había comenzado en el Siglo de Oro pero que, en el barroco siguió evolucionando. Con el tiempo, se pudieron ir creando puestos profesionales y obras comerciales que tuvieran como objetivo ganar dinero. Paralelamente se seguían representando obras en plazas y pueblos, sin embargo, el teatro dio un paso más allá en la profesionalización.

Características generales del teatro del Siglo de Oro

Es importante conocer las características del teatro en el Siglo de Oro español más destacadas. Y es que, durante el siglo XVI asistimos a una auténtica revolución cultural que fue encabezada por el teatro como un género literario que llegó al público masivo. Aquí te ofreceremos un listado a modo de resumen para que conozcas las características más destacadas del teatro en dicha época. ¡Toma nota!
  • Comedias: en el siglo XVI todas las obras de teatro se denominaban con el nombre de "comedias", por tanto, no hablamos en ningún momento de piezas teatrales ni obras sino que, siempre, haremos referencia a las "comedias" del momento. Los corrales de comedias eran los primeros teatros que se construyeron en el país y que cumplían una serie de características que permitían el acomodo del público y de los actores.
  • Tema: los temas de las comedias del Siglo de Oro eran muy variados pero, en general, se solían presentar situaciones cotidianas con toques humorísticos para hacer una sátira de la sociedad y, al mismo tiempo, entretener al público. Las comedias de enredos eran las que popularizó Lope de Vega.
  • Estructura: normalmente, las obras escritas durante el siglo XVI se componen por 3 actos, una norma establecida por Lope de Vega en su "Arte nuevo de hacer comedias" y que establece, así, una unanimidad a la hora de crear obras teatrales. Hasta entonces, no había ningún modelo claro que determinara la cantidad de actos a realizar, solamente el teatro clásico apuntaba que 5 actos eran los que debían realizarse.
  • Estilo: en el Siglo de Oro las comedias estaban escritas en verso y, de hecho, no encontramos apenas creaciones literarias que estén hechas en prosa. La métrica que más fue usada eran los octosílabos y con estrofas como sonetos, octavas, redondillas o romances.
  • Unidades de acción, tiempo y lugar: si hablamos de las características del teatro en el Siglo de Oro español tenemos que mencionar estas tres unidades dramáticas que fueron las que se estipulaban en la Poética de Aristóteles y que, durante el XVI, también se cultivaron en las comedias.
  • Tragicomedia: el estilo que más predominó durante el Siglo de Oro español fue el de la tragicomedia, es decir, la mezcla de historias que se movían entre la tragedia y la comedia creando, así, un género más próximo y cercano a la vida misma.
  • La importancia del honor: y, por último, otra de las características del teatro en el Siglo de Oro español es que el tema del honor aparecía sobremanera en la gran mayoría de las comedias. Se trata de uno de los grandes temas que ocupan muchas obras literarias de la época y que, en el teatro, a veces puede llegar a ser tratado de forma seria pero, otras, de forma satírica y ridiculizada.


Los personajes típicos del teatro del Siglo de Oro español

Para continuar con las características del teatro en el Siglo de Oro español es importante que nos detengamos a conocer cuáles eran los personajes principales en el XVI. A diferencia del teatro clásico, en este nuevo teatro se elaboran personajes muy caracterizados e individualizados, es decir, los personajes no son símbolos de aspectos humanos sino que son personas con nombre y apellidos, con vicios y virtudes.
Sin embargo, en las comedias sí que encontramos personajes-tipo que quieren ser un reflejo de la sociedad española de la época. Y, por eso, es habitual que en las obras nos encontremos con todos ellos (o con su gran mayoría):
  • Rey: la figura del rey aparece en muchísimas comedias del Siglo de oro español. Suele representarse como una persona que encarna la injusticia y la soberbia. Puede presentarse como ser divino o, también, como un tirano, dependiendo del autor y del mensaje de la obra.
  • Poderoso: en las comedias también suele aparecer un personaje poderoso y de la alta sociedad. Suele ser un déspota que representa al hombre corrupto, castigado y solitario.
  • Caballero: también es una figura muy habitual en las obras de teatro del Siglo de Oro. Puede aparecer representado con diferentes connotaciones, tanto de galán, de padre, de esposo o de hermano. Es el representante del código de honor que era tan estricto e importante en la época.
  • Galán y dama: esta pareja también es una de las más frecuentes en las comedias. Y, de hecho, gran parte de la intriga o del suspense tiene que ver con sus aventuras o sus desdichas. El galán suele representar las cualidades del héroe y la dama las de la mujer ideal.
  • Criado: también es frecuente que el galán y la dama cuenten con un criado y criada, respectivamente, que actúa como confidente de sus sentimientos, sus sueños y sus anhelos. Este personaje suele aportar un toque más humorístico y distendido a la situación que se nos plantea y es caracterizado con un lenguaje más coloquial.
  • Gracioso: es uno de los personajes que aparecieron en el teatro del XVI debido a la confluencia entre la tragedia y la comedia. Es el personaje contrapuesto al galán y se caracteriza por su buen humor, por ser una persona interesada, por su cobardía y por su vivacidad. Suele ser el que contrapone la visión enamorada y desesperada del galán dándole una perspectiva menos idealista y más real.
  • Villano: y, por supuesto, en los personajes tradicionales del teatro del XVI no puede faltar el villano, la persona malvada que solo se interesa por sus propios beneficios y actúa pensando solamente en sus intereses. Este personaje suele ser el que causa el nudo en la trama y el que rompe la paz o la estabilidad que se nos ha presentado durante la primera parte de la obra. Los personajes que luchen contra el villano serán los que, después, serán considerados como auténticos héroes sociales.


 

El corral de comedias

Las compañías de teatro, que antes vivían de “la voluntad” y a posteriori de la representación, comprendieron que solo podían tener una rentabilidad económica de su trabajo si podían cobra entrada, previamente a la representación. Para ello era imprescindible acotar un espacio, cerrarlo y convertirlo en estable. Este espacio ideal se encontró en los corrales, en los patios interiores que formaban las agrupaciones de casas. Las cofradías religiosas de caridad apoyaron a las compañías de los corrales cobrándoles un porcentaje a cambio de aportarles prestigio y salvaguardia. También, a veces, las apoyó el poder político y religioso, al considerar que el teatro controlado era el mejor medio propagandístico de su ideología.
A fines del siglo XVI se instala el primer corral, el de la Pacheca —por estar en un solar de Isabel Pacheco— en el lugar del actual Teatro Español de Madrid, fundado por la Cofradía de la Pasión y Sangre de Jesucristo. A partir de 1582 se le llamó el Corral del Príncipe. Su principal rival fue el el Corral de la Cruz.


Además de los corrales de Madrid, se pueden citar, entre otros, los de Doña Elvira, San Pedro y la Montería, en Sevilla; la casa de comedias de la Olivera y la Casa Nova de la Olivera, en Valencia; la casa  de comedias de Oviedo; la de Badajoz; la de Pamplona; la de Córdoba, el teatro de Puerta Real, de Granada; el corral de Alcalá de Henares, el de Almagro y el patio de comedias de Guadalajara. El único corral del comedias que sigue funcionando de todos estos es el corral de comedias de Almagro.

 

Estructura del corral de comedias

 
Los corrales de comedias eran locales rectangulares descubiertos. En un extremo del patio se elevaba un escenario de unos dos metros de altura, con el objeto de facilitar la visión por parte del público. En él había un nivel superior, a modo de balconada o galería, donde también se actuaba; un cortinaje practicable, que permitía mostrar escenas “ocultas”, y un par de puertas por donde los actores entraban y salían. Los decorados eran de simplicidad extrema; a veces una cortina o la misma pared. El texto introducía pequeñas descripciones, el bosque, la calle, la casa, y los espectadores lo imaginaban. Con el tiempo se utilizaron aparatos y escotillones para hacer desaparecer a los personajes. Tras el escenario se encontraba el apuntador, que ayudaba a recordar el papel a los actores durante la actuación, y los músicos. Más tarde, los músicos se situaron bajo el escenario, tras una tabla agujereada para facilitar la audición.

El público del corral de comedias: juntos, pero no revueltos

El público estaba muy jerarquizado: las personas que podían permitírselo alquilaban los aposentos, balcones y ventanas de las casas particulares que circundaban en patio. En las primeras filas de este se colocaron, andando el tiempo, unos bancos o lunetas, tras los cuales había una barra o degolladero —porque llegaba a la altura del cuello— tras la que asistía de pie un turbulento público de hombres solos: los mosqueteros. Por último, y en un espacio severamente acotado, las mujeres se instalaban en la cazuela. Debajo de la cazuela estaba el alojero que vendía comida y aloja, bebida consistente en agua fresca, miel y canela.
Las representaciones teatrales eran espectáculos movidos y bulliciosos, donde la aceptación o repulsa de una obra no se limitaba al educado aplauso o al discreto murmullo de reprobación actuales. Cada corral contaba con seguidores y detractores tan fanáticos como los espectadores de los actuales partidos de fútbol. Los seguidores del Corral del Príncipe eran los chorizos y los del Corral de la Cruz eran los polacos. Ambos aplaudían a rabiar cuando se representaba una comedia en sus teatros y procuraban reventar las representaciones del teatro contrario. Los propios poetas no fueron ajenos al bullicio, sino que intervinieron en él con frecuencia. Por ejemplo, se atribuye a Lope de Vega y a sus amigos alguna trastada, como la de enterrar una especie de bomba fétida en el corral, con objeto de hundir un estreno de su denostado colega Ruiz de Alarcón, lo que, al parecer, consiguieron.


 

El teatro barroco era el principal espectáculo al que podían acceder todos los ciudadanos. La mezcla sociocultural que se produjo en las comedias barrocas constituyó un hecho cultural insólito; la fiesta era eminentemente popular y unía a la aristocracia con el pueblo. Las distintas clases sociales no se confundían en el interior del local, sino que se mantenían rígidamente las diferencias entre ellas. La distribución de los espacios reproducía la estructura social existente. Juntos, pero no revueltos. Cada uno tenía su localidad según fuese su rango y poder económico. Al fin y al cabo, un corral de comedias era el reflejo del universo social de aquella sociedad. Cada sitio tendrá una escalera diferente que impida el menor rozamiento. Las mujeres llegan a entrar por la casa del vecino y hasta por el techo para no mezclarse con los hombres. Las tres clases se dibujan en el interior: el vulgo (patio), la nobleza y el clero (celdas), la burguesía (galerías).
El espectáculo teatral llegó a considerarse un componente esencial del día de fiesta, por lo que al principio se representaba los domingos exclusivamente; después se añadieron funciones los martes y los jueves, hasta que la representación se convirtió en una actividad diaria. El calendario de funciones se interrumpirá, tan solo, en Semana Santa y en momentos de luto de la familia real. La diaria actividad teatral generó una dinámica propia en torno al corral: los estrenos de comedias se anunciaban en las esquinas con carteles pintados.


El público era ruidoso y vocinglero, se lanzaban objetos para interrumpir y hacer fracasar una comedia (los partidarios de los distintos teatros forman bandos enfrentados), e incluso si a la reina le venía en gusto, se soltaban ratones en la cazuela; se vendían abundantes alimentos y bebidas para el espectáculo – aloja, confitura, frutos secos, agua de anís...- y se vendían y compraban los aplausos. El teatro se convirtió en un acto social en el que importaba tanto la comedia como el ambiente que la envolvía.
Curiosidades
Algunas de las figuras más características de los corrales eran:
  • Los mosqueteros:Los mosqueteros a que nos referimos eran unos grupos de hombres formados por artesanos, comerciantes y muchos otros de diversos oficios, que provistos de objetos sonoros, como carracas, pitos y buenas gargantas, decidían si una comedia debía ser aceptada o por el contrario se la consideraba indigna, con sus muestras entusiásticas o desaprobatorias, y por lo tanto cuando ellos le negaban el «placet», el autor y sus papeles debían ser enviados al cesto de la basura. Los que llevaban la voz cantante en estos escándalos eran el gremio de zapateros.
  • El mantenedor del Orden. Mozo recio del lugar que, provisto de un buen garrote, templaba los ánimos de todos aquellos que se exaltaban.
  • El apretador o desahuecador. Todo el que entraba en el teatro tenía derecho a sentarse y de hacer sitio se ocupaban los apretadores. Cuando entraban en la cazuela para "arrejuntar" a las mujeres, se armaba un gran escándalo.
  • Aunque te pueda parecer mentira, por los teatros madrileños circulaban los llamados poetas duendes o memorillas. Personajes (espías/piratas literarios) que se aprendían de memoria las obras, las dictaba al salir (con disparates enormes) y las vendía. Eran una pesadilla para los autores, como los que ahora graban las películas en el cine y luego las cuelgan en Internet.
Lope se quejaba, claro:
»A eso se añade el hurtar las Comedias estos que llama el vulgo, al uno Memorilla y al otra Gran Memoria , los cuales, con algunos versos que aprenden, mezclan infinitos suyos bárbaros, con que ganan la vida vendiéndolas a los pueblos y autores extramuros:gente vil, sin oficio y que muchas veces han estado presos. Yo quisiera librarme de este cuidado de darlas a luz, pero no puedo, porque las imprimen con mi nombre, y son de los poetas duendes que digo...»,
En los corrales de comedias no había lavabos y las condiciones higiénicas no eran las más adecuadas. Con la llegada, a mediados del siglo XVIII, de distintos gobiernos ilustrados se empiezan a prohibir las representaciones en estos locales. La falta de higiene, el riesgo de incendio, los desórdenes... A esto hay que añadir el desarrollo de una burguesía que no quiere asistir a las comedias en espacios incómodos y la aparición de espectáculos como la ópera que requieren de espacios cerrados con un tratamiento acústico específico.


















Las críticas
La Iglesia y los moralistas llegaron a calificar al teatro como un vicio perjudicial. Entre sus argumentos estaban:
  • que los asistentes humildes gastaban lo que no debían y desatendían sus obligaciones familiares
  • que las "honradas e inocentes doncellas" ponían en peligro su virginidad al exponerse a la vista de los hombres en la cazuela
  • que los jóvenes"olvidan sus estudios y demás obligaciones para seguir las novedades del mundo de los cómicos"; de hecho, en las ciudades universitarias estaba prohibido representar entre semana para que los estudiantes no se distrajeran.
  • que "las "inocentes criadas" acaban pervirtiendo sus costumbres
  • que las mujeres sólo se fijaban en los trajes de los cómicos y las cómicas
 

La representación

La representación se realizaba a la luz del día. Se solía tender un toldo en caso de lluvia o de excesivo calor. El toldo evitaba también que hubiese algunas zonas iluminadas y otras en penumbra tanto en el tablado como en el patio. Probablemente, favorecía también la acústica del recinto, evitando que se perdiera la voz de los actores.
El escenario se iluminaba con luz artificial de velas y hachas (antorchas de cera). Las velas indicaban que la acción se desarrollaba en interiores. Las hachas indicaban exteriores, por lo general, una calle de noche. Curiosamente, el escenario aparecía más iluminado cuando se insinuaba ausencia de luz: había más claridad en las escenas nocturnas que en las diurnas.
Comenzaba con música para acallar al público. A continuación, el director de la compañía o un actor principal decía la loa o elogio a los espectadores. Después comenzaba el primer acto. Entre los actos solía representarse un entremés. Al final se representaba una jácara o una mojiganga, pequeñas obritas humorísticas y se terminaba con un baile. Los músicos eran los primeros que aparecían en el escenario y los que ponían punto final a la representación. Subrayaban la acción  e indicaba cambios de lugar y entradas y salidas de personajes.
Además de la música y la luz, el teatro barroco contaba con numerosos recursos escénicos entre los que destacan los siguientes:
  • Apariencias: eran telones o lienzos pintados que mostraban acciones difíciles de representar o bien actores que imitaban pinturas conocidas. Se revelaban corriendo una o varias cortinas.
  • Tramoyas: se trataba de apariencias montadas sobre máquinas; solían estar iluminadas con velas y adornadas con flores.
  • Escotillones: consistían en aberturas que permitían la entrada en escena de un personaje o figura desde abajo.
  • Bofetones: estos artilugios, que giraban rápidamente, hacían aparecer o desaparecer personas u objetos. 

     

EL ESPECTÁCULO


La parte principal de la función era una comedia larga, de unos 3000 versos aproximadamente, a la que se añadían otras piezas menores y actuaciones musicales, todo lo cual formaba una fiesta variada y rica en contrastes, muy del agrado del espectador de aquella época.
La representación empezaba a las 2 o a las 3 de la tarde en invierno y a las 4 en verano para aprovechar la luz del día. Duraba casi 3 horas ininterrumpidas.
El espectáculo representado en los corrales y teatros estaba formado por un conjunto de elementos muy diversos que incluyen el baile y la danza y que, a veces, termina en una mezcla de cómicos y público bailando juntos la zarabanda.
  1. La representación comenzaba con un ruido estridente para atraer la atención de un público muy, muy ruidoso. A continuación, música de guitarra, vihuela, trompetas, cantos... daban la bienvenida.
  2. LOA O PRÓLOGO RECITADO venía a continuación y aspiraba a llamar la atención del público y conseguir su silencio.
  3. Primer ACTO o JORNADA de la comedia
  4. En el entreacto, se representaba un ENTREMÉS; para muchos la parte más apetecida y esperada que en ocasiones salvaba una mala obra. Se trata de una pieza corta, cómica, con personajes bajos que viven situaciones cotidianas.
  5. 2º ACTO O JORNADA de la comedia
  6. En este entreacto se representaba una JÁCARA, obrita versificada en romance, que relataba hechos festivos de gente de los bajos fondos. Divertía y rompía la tensión provocada por el “nudo” de la comedia. También podía venir aquí un BAILE, un entremés más corto en el que la parte musical tenía más importancia que la hablada.
  7. Tercer ACTO O JORNADA de la comedia.
  8. Final a base de música o baile, habitualmente una MOJIGANGA o baile de máscaras.
Estos géneros menores (entremés, jácara, mojiganga…) podían intercambiarse. A la vista de la representación, queda claro que lo que buscaban los espectadores del teatro barroco era una auténtica celebración, en donde lo importante era pasarlo bien. El que la mayoría de las comedias tuviera un final feliz, con múltiples bodas, no es más que una consecuencia sociológica de lo que buscaba el espectador.



 

Los actores



Los empresarios y los actores de la comedia del Siglo de Oro trabajaban individualmente o en grupo. Bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga o mojiganga, farándula y compañía son los diferentes nombres que recibían esos grupos en función del número de actores que los integraban, desde el actor único que formaba el bululú, a los treinta con que contaba una compañía. Cada compañía estaba dirigida por un empresario o autor (diferente, por lo general, del poeta o creador de la obra) y contaba con un repertorio de unas cincuenta comedia.

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Los buenos actores y actrices —muchos de ellos cultos y algunos incluso de origen noble— hacían gala de una gran calidad interpretativa. Los intérpretes de la comedia procuraban coordinar en las representaciones voz, gesto y movimiento escénico. Si las emociones representadas eran violentas, los gestos tenían mayor peso; si los sentimientos eran contenidos o suaves, el peso recaía más en la voz. El énfasis del gesto y la voz de acomodaba al momento dramático.
En general, los comediantes eran muy mal considerados. Solo cobraban los días que había actuación, por lo que pasaban muchos apuros. Solían actuar con su propio vestuario, lo que resultaba a veces anacrónico con la época que se representaba, aunque siempre eran lujosos y llamativos.  Este vestuario constituía la posesión más preciada de los actores: cuando pasaban por problemas económicos, solían salir de ellos empeñándolo. El vestuario llegó a ser una especie de decorado ambulante: servía para situar el lugar y el tiempo de la acción, además de cumplir otras variadas funciones escénicas. Por ejemplo, un sombrero y un gabán cubiertos de algodón que parecía nieve indicaban el invierno, y un vestido “de noche” (normalmente una capa de color) informaba a los espectadores del momento del día.
Por su carácter convencional, el vestuario debía comunicar inmediatamente al público la condición social del personaje (noble o campesino, pobre o rico, rey o soldado). La vestimenta de los personajes sobrenaturales también era convencional: los ángeles con traje blanco y capa, los demonios de negro. El gracioso salía vestido de manera que provocara la risa en los espectadores y se diferenciara claramente de los demás personajes.

 
Actores y compañías de teatro: esto no es Hollywood



El oficio teatral empezó a ser en España una profesión más o menos estable en el s. XVI. Antes de mediar el siglo llegaron a nuestro país compañías teatrales italianas profesionalizadas, que actuaron ante la corte y, después, ante el pueblo. Las más populares fueron las de los actores de la commedia dell’arte, que recurrían a la expresión corporal y al mimo más que a la palabra, en representaciones improvisadas sobre el escenario a partir de un esquema previamente acordado y elaborado (lo que se llamaba scenario) sobre el argumento, el desarrollo de la acción y su desenlace.
Las compañías teatrales solían formarse para trabajar durante todo un año. En la Cuaresma (período de obligado descanso, pues las representaciones estaban prohibidas) los actores se reunían en los mentideros, lugares donde se apalabraban contratos y se negociaban las condiciones laborales y económicas. La compañía empezaba su trabajo durante la Pascua de Resurrección y permanecía unida hasta la siguiente Cuaresma.
Los ayuntamientos poderosos formaban una o dos compañías para representar los autos sacramentales el día de CorpusChristi, fiesta de gozaba de cierta tradición y de gran arraigo popular.
Los actores prestaban cuerpo y voz al personaje, sobre todo voz, en un tipo de teatro en el que se decía ir a “oír la comedia”. Los cómicos más célebres de la época fueron Cosme Pérez, llamado Juan Rana, Mariana de Borja y María Calderón, la Calderona, amante célebre de Felipe IV -con el que tuvo un hijo, Don Juan de Austria-.
En España, las mujeres tenían permitido actuar (aunque debían estar casadas), pero no ocurría lo mismo en otros países europeos en los que la profesión estaba tan mal vista que eran hombres disfrazados los que hacían los papeles femeninos. De hecho, al principio, los papeles femeninos en España, los representaban niños. Uno de los mitos con más éxito en el teatro de la época era el de la mujer vestida de hombre o la mujer varonil. Muchas comedias incluían escenas en las que las mujeres habían de travestirse para realizar hazañas de hombre: defender su honor, por ejemplo. Como puedes imaginar, esto daba lugar a situaciones equívocas y a enredos.
La consideración social de los actores y actrices nunca fue muy buena: los matrimonios y emparejamientos se hacían generalmente entre hombres y mujeres de la farándula, por lo que formaban un grupo un tanto al margen de la sociedad de su tiempo. De hecho, la Iglesia no permitía que fuesen enterrados en sagrado.
Las compañías se clasificaban según el repertorio de obras que llevaban, el número y la calidad de sus actores; así, tenemos: bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, etc. Recibían el nombre de compañías de legua si recorrían el país representando por los pueblos. Las mejores eran las compañías reales o de título. Estas últimas estaban formadas por unas veinte personas (incluyendo el apuntador o el cobrador); el jefe era el autor y los actores tenían asignados los papeles que representarían: galán, dama, barba (hombre mayor con mando, el padre o el rey), gracioso, vejete, música...). Sólo cambiaban de papel cuando la edad les impedía seguir haciendo de galán o dama, por ejemplo.
La dura vida de actor
Las compañías de teatro tenían unas dos semanas para aprender y ensayar una obra teatral. Eso implicaba mucho trabajo y esfuerzo porque tenían varias obras en su repertorio.
¿Cómo lo hacían? Para aprender más rapidamente de memoria, los actores leían el texto uno al otro en voz alta (es un detalle curioso que esto fue imprescindible para aquellos actores, sobre todo femeninos, que no sabían leer). Después de esta primera fase, se ensayaba la realización escénica, incorporando gestos y movimientos.
Además del ensayo de la obra principal, recuerda que la compañía tenía que representar también otras obras menores que rellenaban la función.

Los géneros teatrales

Podríamos clasificar las obras dramáticas extensas del siglo XVII en dos grandes grupos:
Obras dramáticas serias
  • Tragedias: se caracterizan por la lucha del protagonista contra la fuerza del destino, lo inevitable, así como su final infausto. A pesar de ello, resultaban atractivas para el público, por su efecto de catarsis, la liberación del dolor al identificase con el sufrimiento de los personajes.
  • Tragicomedias: tratan temas variados, casi siempre relacionados con el honor. Los elementos cómicos, a cargo del gracioso, se organizan en secuencias relativamente aisladas.
  • Autos sacramentales: son obras religiosas cuyo asunto fundamental es la exaltación de la Eucaristía. Se caracterizan por el uso de la alegoría y por otra serie de convenciones.
Obras dramáticas cómicas
  • Comedias de capa y espada: protagonizadas por caballeros, tratan asuntos amorosos cercanos en el tiempo y en el espacio a los espectadores; su inverosimilitud pretende sorprender al público.
  • Comedias de figurón: en la trama característica de las comedias de capa y espada, se inserta un protagonista cómico, figura central de la comicidad grotesca.
  • Comedias palatinas: son comedias de enredo (como las de capa y espada) con una acción situada en la lejanía espacial y/o temporal. Sus protagonistas son nobles.
  • Comedias burlescas: se solían representar durante el carnaval o el día de San Juan en las fiestas cortesanas. A menudo, son parodias de comedias serias, y su comicidad reside en la inversión de los valores del decoro: alegría por la deshonra, venganzas grotescas y humor verbal.
El gusto barroco por lo teatral hizo que proliferaran piezas dramáticas breves, que solían incluirse intercaladas en la representación de obras extensas:
  • Entremeses. Eran piezas jocosas de un solo acto. En unos predominaba la acción burlesca o de un asunto erótico; en otros, la presencia de personajes extravagantes. Algunos se centraban también en la experimentación con el lenguaje o con los recursos teatrales de vestuario, decorados, etc.
  • Loas. Se utilizaban como introducción a la representación y con ellas pretendía ganar el favor del público y su silencio. Solían ser de carácter cómico, aunque también se compusieron loas sacramentales, que introdujeron la materia teológica, y loas cortesanas, que exaltaban a personajes reales.
  • Bailes. Se trataba de romances cantados, que generalmente versaban sobre luchas entre rufianes y hampones.
  • Mojigangas. Consistían en danzas descompuestas y movimientos ridículos, con disfraces de animales, en medio de un barullo estrepitoso.
  • Follas. Eran mezclas, sin ningún orden, de breves estructuras cómicas de otros géneros, que servían como pretexto para cantar y bailar.

 
ACTIVIDADES
OTRA 









 

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