El teatro del siglo XVIII
El teatro en la primera mitad del siglo
Las representaciones eran
similares a las de la centuria anterior, y las obras más vistas eran
comedias de diversos tipos.
En esta época son
autores muy conocidos Antonio de Zamora y José de Cañizares.
LA POLÉMICA TEATRAL DE MEDIADOS DE SIGLO
Los intelectuales ilustrados
pretendían conseguir un teatro racional y educativo que censurase
costumbres viciadas y propusiese ejemplos morales de conducta a su
público. Se oponían al teatro mayoritario, y estrenaron tragedias y
comedias de relativo éxito, escritas o traducidas por eruditos que
se enfrentan a un gusto popular muy arraigado.
Estas eran piezas que se
caracterizaban por la clara separación entre tragedia y comedia, el
respeto a las tres unidades dramáticas y su finalidad didáctica.
- Tragedias. Los autores más destacados fueron Agustín de Montiano, con sus tragedias políticas y nacionalistas Virginia y Ataúlfo; y Vicente García de la Huerta, autor de la muestra más lograda del género, Raquel, que relata el amor entre la bella y ambiciosa Raquel y el rey Alfonso VIII.
- Sobresale Tomás de Iriarte con la obra El señorito mimado, que se convierte en antecedente de la comedia de costumbres, y cuyos personajes son víctimas de la mala educación. Los mejores ejemplos de este tipo de teatro saldrán de la pluma del escritor Leandro Fernández de Moratín, cuyas obras se estrenaron a finales del siglo XVIII y principios del xix y que lograron alcanzar el éxito popular.
A pesar de los logros
relativos de las propuestas ilustradas, el teatro mayoritario
continuó siendo el de tipo popular. Triunfaron especialmente los
sainetes de Ramón de la Cruz, que él mismo definió como “simple
diálogo en que predomina el elemento cómico”. Algunos ejemplos
son El petimetre o Manolo.
EL TEATRO A FINALES DE SIGLO
En las dos décadas finales
del siglo xviii y hasta 1808 hubo un acercamiento entre los gustos
mayoritarios y las propuestas neoclásicas gracias a la aparición de
un género intermedio, denominado comedia sentimental o lacrimógena.
En estas obras se apela
directamente al sentimiento para provocar la identificación del
espectador con el tema. Los ilustrados apoyaron este género ya que
tenía un fin moral, era verosímil, empleaba argumentos simples y
personajes de la vida cotidiana. Un ejemplo destacado de esta comedia
es El delincuente honrado, de Jovellanos.
LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN
Nació en Madrid en 1760 y
murió en París en 1828. Escribió prosa, poesía y teatro y fue uno
de los grandes intelectuales de su tiempo. Defendió el neoclasicismo
y el lenguaje sencillo y cuidado. Su influencia llega hasta el siglo
XIX. En su personalidad confluían la inteligencia crítica, el
talante autoritario y orgulloso y la timidez e irresolución. Empezó
escribiendo poesía clasicista, pero desarrolló su principal
actividad como literato en el ámbito teatral. En Moratín tenemos un
escritor neoclásico en su sentido estricto, gracias a sus ideas
ilustradas y al freno de una disciplina artística que consigue sus
logros por la ponderación antes que por la imaginación desbordada.
En sus comedias pinta a la
clase media y trata de reflejar sus problemas más específicos: la
educación, la familia, las relaciones sociales, etc. La comedia de
Moratín es el resultado de la armonización de dos tipos de comedia:
la sentimental y la de costumbres. En sus obras se halla un sentido
crítico que tiene sus raíces en elementos intelectuales y
afectivos. El tema fundamental de su teatro es la falta de
autenticidad como forma de vida. Es autor de tres comedias en verso:
El viejo y la niña, El barón y La mojigata. Dos en prosa: La
comedia nueva o el café y El sí de las niñas. Mientras que La
comedia nueva o el café aborda los excesos del teatro barroco de su
época, las otras cuatro piezas tratan el tema de la libertad de
elección en el matrimonio y la conveniencia de edades semejantes
entre los cónyuges. En todas ellas es notorio el afán didáctico,
objetivo irrenunciable del teatro neoclásico.
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